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Actualmente, muchos filósofos mundialmente reconocidos adoptan cosmovisiones cristianas tradicionales, como la existencia de los milagros. A pesar de que la Biblia nos advierte a no dejarnos llevar por las tradiciones humanas y no según Cristo (Colosenses 2:8-10), esto no significa que debamos renunciar o desconfiar de toda la filosofía, sino rechazar aquella que se rige por principios mundanos o humanistas. La relación entre la fe y la razón ha sido una de las principales cuestiones de intersección más debatidas dentro de la teología cristiana, y precisamente esta interacción entre revelación (teología) y razón (filosofía) es la que trata de explicar disciplinas tales como el método teológico.
Como punto de partida, es importante poder definir de forma consistente el término de filosofía y razón, el cual se ha utilizado de cuatro maneras principales, a saber:
Ahora, en lo referente a la razón, debemos reconocer que tampoco hay un consenso sobre su relevancia para la revelación divina. La palabra razón funciona de tres maneras distintas:
Aclarando los diversos sentidos de estos dos conceptos, nos lleva también a aclarar la relación que existe entre filosofía y teología. Cuando la filosofía se utiliza en los dos primeros sentidos mencionados y la razón se utiliza en el sentido de razón autónoma, nos describe lo que llamamos creencias de contenido, ya que producen un resultado que puede o no contraponerse con nuestra cosmovisión evangélica. Por el contrario, cuando la filosofía y la razón se utilizan en los dos últimos sentidos, hablamos de una creencia de método, puesto que describen patrones de pensamiento y no resultados como tal. Teniendo en cuenta esto, es posible que una afirmación de contenido que surge de una perspectiva no cristiana puede de hecho ser coherente con esa cosmovisión.
Por tanto, nosotros como cristianos debemos hacer uso de la filosofía como método para llegar a la filosofía cristiana como contenido. Esta estructuración de la cosmovisión implica que diferentes creencias, de más o menos importancia, se relacionan de forma natural para formar una red en la cual las creencias de más profundidad (i.e. las que tienen más interconexiones) se van desplazando al centro de la cosmovisión (e.g. la deidad de Jesucristo). Aquellas creencias que quedan en la periferia incluso podrían ser modificadas a la luz de nuevas pruebas, sin con ello alterar la estructura noética de la cosmovisión. Por ejemplo, dos cristianos podrán diferir en doctrinas no esenciales, tales como el bautismo por aspersión, y aun así podemos decir que ambos tienen la misma cosmovisión.
Las estructuras noéticas se conforman de conceptos, los cuales a su vez se organizan en categorías, que también, en conjunto, constituyen cosmovisiones. Estas categorías de conceptos a veces están tan arraigadas en el núcleo del pensamiento y del lenguaje mismo, que no siempre se defienden explícitamente; sin embargo, debemos darnos a la tarea de describir cómo funcionan internamente.
Las categorías de una lengua pueden no corresponder directamente a las de otra. Por ejemplo, durante la época patrística, las discusiones teológicas y cristológicas tomaron prestado mucho lenguaje filosófico extrabíblico, heredando ciertas connotaciones no deseadas. En el siglo XIV, Eckhart tomó prestada la frase platónica “hacerse uno con el Uno”, lo cual le acarreó problemas con la doctrina de la Trinidad. Los jesuitas imputaron erróneamente la justicia moderna al Dios bíblico, y Gordon Kaufman redefinió a Dios como una “fuerza evolutiva histórica”.
Por otro lado, es simplista creer que todo uso teológico de conceptos filosóficos es antibíblico. Es algo que se tiene que hacer de forma crítica, permitiendo que Dios remodele o transforme ese concepto filosófico de raíz. Esto permite el diálogo entre la teología y las perspectivas filosóficas, similar al existente entre la teología y las culturas en el proceso de contextualización.
Al hacer esta evaluación de categorías, debemos también saber identificar la naturaleza y uso inadecuado de cualquier afirmación presuposicional, como por ejemplo, la inclusión de posturas modernistas y occidentales dentro de una cosmovisión. El presuposicionalismo como ideología afirma que todo hecho bruto es un hecho mudo, es decir, los hechos solo tienen sentido dentro de una perspectiva; lo cual, si bien, no debemos rechazar del todo (cayendo en el inductivismo), sí debemos considerarlo modestamente.
Se pueden identificar por lo menos 3 clases de supuestos, a saber:
Ahora bien, hay creencias esenciales de nuestra estructura teológica evangélica que se asumen como verdaderas, que parten de ciertos principios racionales e incluso sistémicos. Si bien esto va en contra del evidencialismo (la afirmación de que toda creencia debe ser respaldada por pruebas), ha sido tema de debate en la reciente filosofía de la religión.
Para algunos apologetas, el evidencialismo no conduce necesariamente al escepticismo religioso, ya que afirman que realmente sí existe suficiente evidencia. Otros como Alvin Plantinga, sin embargo, argumentan que el evidencialismo es infundado, puesto que parte del fundacionalismo clásico, el cual, como se ha visto, tiene graves defectos. No obstante, tampoco podemos afirmar algo como verdadero poniendo como base solo la experiencia directa, sino que necesitamos que la evidencia nos ayude a discriminar si una creencia es probablemente incorrecta, y de esta forma, perfeccionar nuestra experiencia.
Entonces, ¿cómo podemos integrar la fe con otras disciplinas? Una respuesta es tratando de definir las relaciones intrínsecas, y para esto, podemos hacer uso de tres enfoques diferentes:
Estas tres estrategias, aparentemente separadas, se llegan a confundir mucho entre sí. Si bien adoptamos un principio reconstruccionista al reconocer que no todo programa de investigación produce resultados compatibles con la cosmovisión cristiana, también es correcto en ocasiones adoptar un enfoque transformacionista. Realmente no hay una forma sencilla de saber qué tipo de enfoque aplicar en un ámbito concreto, sino que caso por caso, debemos hacer uso de la exploración, el análisis, la comparación, el juicio racional, la evaluación y el diálogo.
Ensayo basado en Clark, D. K. (2021). Metodo Teológico: Para Conocer Y Amar a Dios. Publicaciones Kerigma.